Caminando por el Alto Atlas. El Toubkal
El trekking:
Refugio Mouflons – El Toubkal – Imlil (Parte VI)
La
noche me resulta muy larga al habernos acostado tan temprano, aunque nos
tenemos que levantar a las 4 de la madrugada. Duermo mal, sólo a ratos, cuando
el cansancio de la dura etapa del ajetreado día anterior me hacen sucumbir al
sueño. En uno de estos intervalos me despierto con una leve sensación de
náusea. A mi lado oigo la respiración desigual de Enric, sabiéndole despierto.
Varios compañeros, entre ellos Enric, se han puesto malos; unos con fuertes
diarreas y vómitos, otros con grandes molestias de gases. Posteriormente Lina
nos contó que todos estos inconvenientes son generados por la altura. Espero no
caer también. Mentalmente repaso el camino a los servicios por si acaso.
De
vez en cuando miro el reloj. Con exasperante lentitud se mueve la manecilla
hacía el 4. Me produce gran alivio oír finalmente los pitidos de algún reloj,
anunciando la ansiada hora. De pronto me siento rebosante de energía, sin
resquicio de malestar o náuseas.
En un banco del
rellano desplegamos el contenido imprescindible para nuestras mochilas,
desechando todo lo demás a los bolsos de viaje que serán llevados por las mulas
a Imlil, donde tendremos que llegar por la tarde si todo va según lo previsto,
sin contratiempos ni percances.
Ha estado nevando
toda la noche aunque ahora sólo sopla una fuerte ventisca; las ráfagas de
viento levantan la nieve, apilándola contra todos los obstáculos en su camino.
Aunque físicamente me
encuentro pletórica de energía para comerme los mil y picos metros de altura
restantes a bocados si hace falta, ante el fuerte vendaval que incrementa aún
más si cabe la sensación de frío intenso, me asaltan las dudas sobre mi equipo.
Mis botas y calcetines son muy buenos pero... ¿Estaré suficientemente abrigada
con mi vieja chaqueta de goretex y mis guantes de ski normalitos? De por sí, en
mi cálido Motril subtropical soy friolera… Mi “yo” soso, un poco
aburrido, apocado y conservador emprende una ardua lucha contra mi “yo”
atrevido, explorador, intrépido e incluso temerario para poder quedarme aquí,
bajo la protección de este refugio, renunciar a la cima e ir más tarde con las
mulas a Imlil. Sale victorioso, como no podía ser de otro modo, mi espíritu
aventurero, disipándose las dudas ante la perspectiva de lograr el objetivo que
nos trajo aquí. Aliviada tras haber tomado una decisión, bajo a saltos las
escaleras y me dirijo radiante al salón de la chimenea donde se encuentra
explayado de nuevo ese magnífico desayuno de los días anteriores. Nuestros
cuidadores no han hecho café, seguramente por la hora intempestiva, pero hay
agua caliente y café de sobre. No hay rastro de mi malestar de hace un rato;
tengo hambre y me preparo varias tostadas con mantequilla y mermelada; me
vendrán bien los hidratos de carbono. También me tomo 2 cafés grandes que me
saben a gloria. Observo mis compañeros de fatiga; unos en animada conversación,
otros en silencio, con semblante pensativo. ¿Están simplemente cansados por la
hora tan temprana o pasarán por sus cabezas las mismas dudas que yo he vencido
hace sólo un instante? Intentando alargar este momento de tranquilidad me
preparo otra tostada. Hace un rato ya que atravesé el punto de no retorno así
que cuando poco a poco todos se levantan, me levanto con ellos, totalmente
dispuesta a prepararme para salir al gélido exterior y culminar nuestro
propósito.
¡Es la hora! Según
nos vamos acercando a la antesala, la temperatura cae en picado. Al lado de la
contrapuerta nos ponemos los crampones y finalmente salimos al exterior donde
el frío me recibe con una bofetada en la cara. Salvo algunos frontales, estamos
completamente a oscuras. No logro ver si hay nubes en el cielo. Tenemos que esperar un poco a que todo
el grupo esté listo para emprender la marcha. Es en este pequeño intervalo que
en el horizonte empezamos a vislumbrar una tenue neblina que nos anuncia el
nuevo día. Nuestro guía Mohamed se pone al frente y finalmente el grupo se pone
en movimiento. Desde la misma puerta del refugio hay muchísima nieve. Y viento.
Y frío. Sobre todo frío...
Con pisada firme Mohamed va abriendo huella. La
intensa nevada que ha durado toda la noche ha cubierto todo con un grueso manto
de nieve en polvo. Según vamos subiendo por la ladera el cielo va clareando y
sale el sol, aunque nosotros nos hallamos en la sombra. Permaneceremos en la
sombra hasta cerca de la cima. Al poco de salir del refugio mi cámara se ha
congelado y no puedo sacar fotos.
En grandes zigzags vamos ganando altura. El
viento arrecia más y más, levantando y
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lanzando la nieve como perdigones en mi
cara. Busco la capucha en el dobladillo del cuello de la chaqueta, pero no
está. Vaya fallo... Siento el frío en la cabeza como una presión
fuerte y
continua. En un momento dado, Emilio adelanta a Mohamed, el guía, y va ganando
altura muy rápidamente. Mohamed incrementa la velocidad para volverse a poner
delante. Este cambio hace que se van abriendo grandes claros entre los
componentes del grupo. Yo, al tener toda mi confianza depositada en el guía, me
pego a él y vamos subiendo a un ritmo endiablado. La subida no es difícil,
aunque hay mucha nieve y nos hundimos en ella, a
veces hasta las rodillas o
incluso las caderas. En las rampas finales pasamos algunos tramos con gran
inclinación donde echo mucho de menos un piolet; un descuido y la caída
podría
ser fatal. Al final de este tramo y, tras doblar unos riscos, salimos a una
larga llanada algo inclinada en cuyo fondo vemos la inequívoca silueta del hito
metálico de la ansiada cumbre del Toubkal.
Los
últimos metros casi vamos corriendo. A mi lado aparece Enric, que se había
quedado atrás, y juntos alcanzamos la cima. Nos besamos y nos felicitamos.
Menos mal que hay cámaras que siguen funcionando, para registrar el logro.
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Como hemos subido con gran rapidez, ahora toca
esperar a los últimos del grupo, que han subido a un ritmo más sensato. La
ventisca se me hace insoportable y estoy helada. La
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espera en la cima parece
eternizarse y, espoleada por el frío, voy corriendo de un lado para otro, dando
saltos y botes. Cuando creo que ya no puedo más, tras unos 50 minutos de
espera, llega el resto; sacamos la foto de grupo y emprendemos el largo camino
de bajada hasta Imlil.
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Tras unos primeros riscos empinadísimos, ahora
a sotavento, la ventisca amaina y llegamos por el Collado Norte a un inmenso
circo que los guías llaman “Le Plateau”, con bajadas más
suaves y una albura
que duele a la vista. Poco a poco voy entrando en calor. De vez en cuando
hacemos paradas para reagruparnos. Todo lo que nos rodea desde que salimos del
refugio está cubierto de nieve virgen y me siento como exploradora en terreno
jamás visto ni pisado por el hombre. Disfruto mucho con esta larga bajada que
recorremos plácidamente
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por un manto de nieve que siempre nos llega a las rodillas,
resulta muy agradable esta nieve polvo, fácil de andar por estar suelta como el
azúcar.
Cuando alcanzamos el río Assif n’Isougouane, a
unos 2650 metros de altura, lo cruzamos saltando entre grandes rocas. Ya en la
otra ribera aprovechamos para quitarnos los crampones y alcanzar, un poco más
arriba, la vereda que une el refugio de Mouflons con Imlil, que seguiremos de
aquí en adelante hasta el final de la ruta.
Esta vereda está hoy muy transitada, nos
cruzamos con varios grupos que suben hasta Mouflons mientras nosotros vamos
descendiendo silenciosamente, seguramente el cansancio empieza a pasarnos
factura. Tras caminar un rato llegamos a un recodo en la vereda donde hay unas
construcciones con mesas y sillas y nuestros cocineros y muleros
nos reciben con
té calentito y donde nos prepararán la comida. No nos podemos demorar
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mucho ya
que nos espera un largísimo camino hasta Imlil, donde llegamos sobre las tres
de
la tarde, cansados pero muy satisfechos y contentos, con maravillosos
recuerdos de los
paisajes sublimes que hemos podido contemplar, de los
compañeros maravillosos que hemos conocido, de nuestro guía Mohamed y nuestros
cuidadores bereberes que nos han
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mimado y agasajado en sitios casi imposibles y
como siempre cuando el lugar nos ha encantado nos decimos Enric y yo “aquí
tenemos que volver...”.
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Texto: Arielle
Fotografías: Arielle & Enric, excepto en las que se indica el autor.
Arielle, una aventura magnífica y muy bien narrada. Y eso que el castellano no es tu idioma nativo, que si no :-)
ResponderEliminarMenos mal que al final ganó en la lucha tu yo aventurero. Te habrías arrepentido toda una vida (o casi) si no aprovechas la ocasión.
Guardaré los datos del trekking porque me parecen muy interesantes y puede ser un buen motivo para regresar al Atlas.
Y ya, para terminar, me vas a permitir un cariñoso tirón de orejas: el Toubkal es sencillo pero hay dos puntos con pendientes superiores a los 30 grados en los que un piolet, en caso de nieve dura, se hace imprescindible: en la primera rampa que hay al salir de Mouflons y en el último flanqueo para llegar a la cima. Por fortuna, tuvisteis nieve blanda, pero una simple lluvia, un cambio de temperatura brusco y ésta puede convertirse en hielo :-(
Y nada más: ENHORABUENA Y GRACIAS POR COMPARTIRLO EN ESTA CRÓNICA TAN ESTUPENDA :-)