Caminando por el Alto Atlas. El Toubkal
El Trekking: Refugio de la Tazarhart - Refugio de
Mouflons (Parte V)
Nos
despertamos suavemente casi todos al mismo tiempo. Las tímidas voces de los más
madrugadores nos sacan apaciblemente del dulce sueño. A pesar de haber estado
toda la tarde y noche nevando intermitentemente, no hemos pasado nada de frío.
Nuevamente
agradecemos a nuestra intuición (y el “soplo” de nuestra amiga Juana) el haber traído los sacos de invierno. Algunos compañeros, llevados por los erróneos consejos de la agencia, trajeron sacos más veraniegos y sienten más el frío. Intentan combatirlo con más ropa. ¡Es
la montaña!, hay que
adaptarse lo mejor posible. Por la noche hemos oído a algunos bajar al
“servicio”, fuera del refugio, en medio de la tormenta de nieve... Así que
también agradecemos a nuestras vejigas que no nos hayan importunado.
agradecemos a nuestra intuición (y el “soplo” de nuestra amiga Juana) el haber traído los sacos de invierno. Algunos compañeros, llevados por los erróneos consejos de la agencia, trajeron sacos más veraniegos y sienten más el frío. Intentan combatirlo con más ropa. ¡Es
Bajamos
al desayuno ordenada y rápidamente. Al salir encontramos un majestuoso día
despejado. Después de varias jornadas, ¡por fin!, luce un sol esplendoroso. El
cielo está radiantemente azul, refulgen los blancos y brillan los azules. Las
nubes están mucho más lejos. Los beréberes nos dicen que en Marrakech está
lloviendo a cántaros, lo cual no es de extrañar ya que hacia el NW hay una
enorme cantidad de negras nubes, aunque están muy por debajo de nuestra altura.
Intentamos
atender a nuestras necesidades fisiológicas acercándonos hasta ese agujero al
que llaman aseo y, ¡oh sorpresa!, al abrir la puerta vemos que está cubierto de
nieve, además el agua no funciona porque la pasada noche se congelaron las
tuberías y está desconectada. Bueno, nos apañamos de cualquier modo,
disfrutando mientras tanto del sublime paisaje que nos rodea.
Este
refugio de Lepiney está enclavado en la parte oriental del circo que forma el
Assif n’Ouarzane. Es una especie de nido de águilas desde donde observar las
imponentes moles del Biiguinnoussene (4.002 m) hacia el SE, el Afella (4.043 m)
hacia el S, el Talat n’Ifri (3.980 m) hacia el SW y el Tsoukine (3.325 m) por
el W. El circo se abre hacia el N-NW por donde descabalgan las tintineantes
aguas del Ouarzane. Entre el Afella y el Talat n’Ifri
se descuelga una larga cascada que luce a primeras horas de la mañana congelada. Resulta abrumadora la grandiosidad de esta catedral pétrea. La plasticidad que ofrece el lugar cubierto de nieve y hielo deja boquiabierto a cualquier espectador y así nos sentimos, empequeñecidos ante estas colosales moles pétreas ahora cubiertas de un manto blanco. El lugar emana una fortaleza sin parangón, sin duda una buena elección para una parada por estas montañas.
se descuelga una larga cascada que luce a primeras horas de la mañana congelada. Resulta abrumadora la grandiosidad de esta catedral pétrea. La plasticidad que ofrece el lugar cubierto de nieve y hielo deja boquiabierto a cualquier espectador y así nos sentimos, empequeñecidos ante estas colosales moles pétreas ahora cubiertas de un manto blanco. El lugar emana una fortaleza sin parangón, sin duda una buena elección para una parada por estas montañas.
El
desayuno, de nuevo, magnífico; nuestros cocineros nos han vuelto a preparar una
mesa espectacular, siendo el sitio que es y habiendo tenido que portear todo a
hombros hasta aquí, resulta casi opulento. Como el día anterior hay café y té
caliente, zumos, leche, galletas, pan, mantequilla, mermelada... Algo
sorprendente y que cataloga la responsabilidad y el trabajo de esta gente
volcada en atendernos de forma que no nos falte ni nos pase nada. Poco a poco
están dejando una honda huella en todos nosotros.
Con
rapidez reemprendemos la marcha, aunque el día aparece claro, no nos podemos
fiar, ya que tenemos que remontar un paso cercano a los 3.600 m y queremos
hacerlo cuanto antes.
Partimos
dirección N-NW desandando parte del sendero que ascendimos ayer. Al poco, en un
cruce giramos dirección N-NE rodeando las laderas del Adad (3.616 m). La nevada
del
día anterior ha dejado un grosor de entre 30 - 50 cm. Las viejas sabinas están ocultas tras
una gruesa capa nívea. El manto blanco lo ocupa todo, recordándome nuevamente a ese mar de olas congeladas. Disfrutamos como verdaderos exploradores mientras ascendemos
estas nevadas lomas vírgenes de pisadas, la soledad del lugar ayuda a ello. Las cámaras echan humo, el encanto del contraste blanco-azul, nieve-cielo y el marrón de algunas rocas asomadas ofrece escenas a diestro y siniestro. Donde miramos encontramos esa imagen,
ese cuadro que nos obliga constantemente a disparar; queremos guardar para siempre estas sensaciones aunque sea enlatadas en forma digital. Los recuerdos son tan
intangibles y la mente es tan volátil que casi es la única forma de recordar con certeza.
día anterior ha dejado un grosor de entre 30 - 50 cm. Las viejas sabinas están ocultas tras
una gruesa capa nívea. El manto blanco lo ocupa todo, recordándome nuevamente a ese mar de olas congeladas. Disfrutamos como verdaderos exploradores mientras ascendemos
estas nevadas lomas vírgenes de pisadas, la soledad del lugar ayuda a ello. Las cámaras echan humo, el encanto del contraste blanco-azul, nieve-cielo y el marrón de algunas rocas asomadas ofrece escenas a diestro y siniestro. Donde miramos encontramos esa imagen,
ese cuadro que nos obliga constantemente a disparar; queremos guardar para siempre estas sensaciones aunque sea enlatadas en forma digital. Los recuerdos son tan
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intangibles y la mente es tan volátil que casi es la única forma de recordar con certeza.
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Después de una corta subida alcanzamos la vertiente occidental de el Adad. Delante tenemos el espectacular zig-zag que constituye la subida por el canchal de Tinguinuria, una
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verdadera “pala” bastante inclinada y que asciende nada menos que 500 m de golpe.
Primero nos enfrentamos al paso del riachuelo Assif n’Timellite, es fácil y está casi cubierto
por la nieve. Al pie del canchal nos detenemos para agrupar a la gente. Tomamos unos
dátiles para acometer la larga subida. Al mismo tiempo que vamos ascendiendo, las lejanas nubes se han ido acercando, una tenue niebla empieza a envolvernos. Poco a poco la
bruma se espesa hasta ocultar el sol. Una nueva estampa se presenta. Una ligera brisa y un cielo cada vez más oscuro nos va cubriendo. La sensación de frío se intensifica. Seguimos en fila india hacia arriba, estirándose la hilera poco a poco, adecuándose cada uno a su paso, hasta abrir grandes claros entre unos y otros. El último largo hasta alcanzar el collado
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lo tenemos que cubrir con los crampones. Hay algunos pasos algo aéreos que acongojan el espíritu y nos hace tomar las justas precauciones. Finalmente alcanzamos el collado de
Aguelzim (3.600 m). Algunos de los compañeros vienen algo retrasados y mientras el grupo espera su llegada unos cuantos aprovechamos para subir la cercana cumbre de Buidoudam (3.680 m). Sin mochilas corremos entre sus laderas culminales al tiempo que comienza a nevar. Bajamos casi tan rápido como subimos y juntos ya todo el grupo, después de haber recobrado fuerzas mediante unos bocadillos, empezamos el descenso hasta el refugio de Mouflons.
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La
primera parte del descenso sortea la ladera norte del Adrar Aguelzim. La capa
de nieve es muy gruesa, casi a cada paso nos hundimos hasta la cintura y
resulta más pesado de lo previsto. Algunos pasos están muy inclinados y nos
agrupamos todos para asegurar la trazada. Atravesamos el canchal de Tincrarim y
giramos dirección S. Al poco el grosor de la nieve disminuye y nos quitamos los
crampones. Ceja la nevada y se aclara algo el cielo.
Tranquilidad y risas acompañan el grupo estos últimos tramos. Al pasar un recodo, de pronto entre las nube se abre un claro y vemos la inmensa pared del Toubkal. Nos
quedamos boquiabiertos por la grandiosidad de sus empinadas lomas. Entre muchas nubes
resulta muy difícil ver su altura. El cielo se vuelve a cubrir cuando estamos ya cerca del refugio. La nevada vuelve a reactivarse mientras salvamos el último tramo. Finalmente alcanzamos el refugio de Mouflons (3.200 m). Estamos bastante cansados, comentamos la dureza del trayecto, que con unas condiciones tan extremas se nos hizo más largo y más duro de lo previsto, pero todos llegamos perfectamente.
Tranquilidad y risas acompañan el grupo estos últimos tramos. Al pasar un recodo, de pronto entre las nube se abre un claro y vemos la inmensa pared del Toubkal. Nos
quedamos boquiabiertos por la grandiosidad de sus empinadas lomas. Entre muchas nubes
resulta muy difícil ver su altura. El cielo se vuelve a cubrir cuando estamos ya cerca del refugio. La nevada vuelve a reactivarse mientras salvamos el último tramo. Finalmente alcanzamos el refugio de Mouflons (3.200 m). Estamos bastante cansados, comentamos la dureza del trayecto, que con unas condiciones tan extremas se nos hizo más largo y más duro de lo previsto, pero todos llegamos perfectamente.
Mouflons
es una enorme construcción de amplias salas que da una sensación de frialdad.
No han encendido aún la luz; la conectan unas pocas horas para ahorrar energía,
que aquí sólo se consigue a base de generadores. Nos asignan una habitación
grande con literas donde nos podemos acomodar todo el grupo y nos instalamos
con orden. Algunos bajan a un salón donde hay una chimenea encendida para tomar
té mientras otros prefieren asearse y ordenar sus cosas. Después una ducha nos
acabará de equilibrar el cuerpo. Entretanto en el exterior la nevada
continua...
En
el cálido salón nos reunimos todos alrededor de la chimenea que chispea
ofreciéndonos un intenso calor. Nos acomodamos en sus largas mesas junto a
otros grupos que van a pernoctar también. Realmente no hay tanta gente como
esperábamos, tal vez las malas previsiones haya echado atrás a mucha gente. El
caso es que la velada transcurre con el
ambiente distendido y ameno. Contamos historias, nos reímos con las anécdotas y así pasamos el tiempo. Como de la nada ha aparecido una botella de vino que no dura mucho. Entre bromas y risas llega la hora de retirarnos a descansar. Mañana nos levantaremos a las 4:00. Es el gran día que todos esperábamos y queremos estar lo mejor posible.
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ambiente distendido y ameno. Contamos historias, nos reímos con las anécdotas y así pasamos el tiempo. Como de la nada ha aparecido una botella de vino que no dura mucho. Entre bromas y risas llega la hora de retirarnos a descansar. Mañana nos levantaremos a las 4:00. Es el gran día que todos esperábamos y queremos estar lo mejor posible.
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Continuará...
Texto y Fotografías: Arielle & Enric
Texto y Fotografías: Arielle & Enric
Les fotos son precioses,
ResponderEliminarmolt bones i nítides,
es veu les muntanyes com a veritables
monuments artístics,
i es veu que ho gaudiu,
sort
i una abraçada